sábado, 26 de diciembre de 2009

“QUETZALCOATL” (leyenda de la serpiente emplumada)


Disparada salió a devorar el viernes.
Esperaba hace tiempo aquel olor a encuentro.
Sabía que en una esquina el deseo le esperaba
y sin dudar, sin frenos, se abalanzó hacia él.

Y Él,
dios de las erres rotas, deidad de pelo en pecho
le guardó entre su tiempo, le dedicó un momento
y sin más contratiempo
se coló en un quejido que rescató en los labios
de ella: serpiente alada que por allí pasó.
Temblaron las murallas,
esculpieron abrazos
y en un par de argumentos se echaron a tejer.

Le engatusó su risa, melódica escultura
y en medio de la espera por catar su hermosura
se sorprendió poblando los bosques, las montañas
que siempre había intuido cuando rezaba a Él.
Su cara de reptil se sonrojaba toda
y desde sus escamas florecían dos alas
para hacer de ese encuentro mitológicos besos
con los ojos abiertos y atajando su piel.

Labios mayas que hacían sin par la madrugada,
madrugada amalgama, hambre de religión.
Una serpiente alada que al entrar en Su templo
(muros de carne y hueso) se hizo constelación
muriendo en el veneno de un viernes sin antídoto
que se quedó sin magia con el adiós del Dios.

….....


Dicen que en ocasiones, cuando la luz se escapa
y se empapa la luna con nubes de papel
baila sobre su cielo una serpiente alada
buscando un argumento y un Dios para morder.
Y de la duda queda beber su beneficio,
su parte de artificio en querer comprender
si fue cierto aquel viernes,
si los dioses regresan,
y si para volar reptar hay que saber.



JAVIER BRAVO.
Barcelona, 13 de diciembre de 2009

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